Diario de una escritora indie



   Os preguntaréis qué vengo a contar aquí. Pues es una buena pregunta… no lo sé ni yo. Pero siento que cuando termino una novela y la lanzo al mercado, me quedo como vacía, con ansia viva de volver a crear algo. Aunque no suelo forzarme a ello. Necesito que ese paso surja solo; que me llueva una idea de la nada, aunque solo sea una frase a la que dar forma o un personaje que me llama. Mientras tanto me dedico a leer y a deambular sin rumbo fijo, a dar patadas a una lata de refresco mirando al suelo —mentalmente— y preguntándome si esa habrá sido la última. Si ya no se me ocurrirá otra historia. Si tendré que dejar de escribir. Si será el fin de mis días… No, no llega a tanto la cosa. Pero, para no seguir dándole vueltas al asunto y no comerme el tarro, se me ha ocurrido aprovechar el tiempo con esta sección que he titulado: Diario de una escritora indie.

   ¿Que qué voy  a contar en ella? Pues todo lo que se me ocurra, que se me haya pasado por la cabeza antes o durante el proceso de escritura. Por ejemplo: antes de lanzarme a escribir novelas, pensaba que el mundo del escritor era muy glamuroso (en esto culpo a las pelis moñas que me he tragado); y no, para nada lo es. El trabajo del escritor es en realidad aislado, recluido… No solo por los momentos de encierro con el dale que te pego a las teclas, sino porque cuesta encontrar personas con las que hablar y compartir inquietudes. Al principio, los que te rodean te preguntan con verdadera curiosidad porque lo ven como algo nuevo, atípico, especial… Y en esos primeros meses disfrutas contando tu experiencia y hablas sin parar sobre el proceso de escritura y cómo van evolucionando tus personajes en las reuniones con amigos. Al tiempo, te das cuenta de que su interés va decayendo en picado, ya no lo reciben como algo novedoso. Ya no eres la amiga escritora glamurosa, sino una pesada monotemática que no para de soltar rollos que ni les va ni les viene. ¿Y qué pasa a partir de aquí? Pues que una se limita a soltar apenas dos o tres pinceladas de su trabajo, si es que preguntan, excepto si has salido con gente que está subida al mismo barco. Cosa, por otro lado, que tampoco es nada fácil de encontrar. En los años que llevo metida en este mundillo literario, he observado la rivalidad existente —imagino que como sucederá en otros campos— y no es fácil encontrar amigos de verdad aquí. Aunque no me puedo quejar tampoco. Tengo la suerte de contar con varios, y es un respiro.

   Y cambiando de tema, porque esto es una introducción y no quiero “monotemizarlo” (perdonadme si me invento verbos, pero, como esto no es una novela, voy a hablar como me salga del moño; como siempre he hecho en, esta, mi casa). Pues a lo que iba, que con esta sección quiero acercar a aquellos que queráis y tengáis curiosidad sobre como es en realidad la vida e inquietudes de una escritora indie. Me denomino así porque aunque he publicado con editorial, me siento igual de indie que cuando no. Y como tampoco sé cómo será la vida de un escritor superventas, no puedo opinar al respecto. A lo mejor sus rutinas son diferentes y en realidad sí se corresponden con el glamour de las películas. Aunque hablando de la visión del escritor en el cine, también suelen pintarlos como seres frenéticos y descontrolados, pegados al monitor, que duermen tres horas y se tiran una semana sin ducharse —tampoco es mi caso—. Y cuando no los reflejan así, lo hacen como auténticos vagos que se esconden en la escritura para no hacer otra cosa de provecho... En fin, casi me quedo mejor con la visión glamurosa. Aunque, como ya he dicho, solo voy a hablar desde mi punto de vista y compartiré anécdotas que me hayan surgido por el camino.

   ¿Os animáis a subir a este tren?






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